En el 2007 las Damas de Blanco, madres, esposas e hijas de prisioneros
políticos, galardonadas con el Premio Sajarov del Parlamento Europeo, fueron
hostigadas, al igual que otros disidentes, cuando salieron a las calles a pedir
pacíficamente la libertad de los alrededor de 400 prisioneros políticos que
permanecían en las cárceles cubanas; dentro de los cuales estaban la inmensa
mayoría de los 75 condenados a largas condenas en el 2003. Mientras tanto, Raúl
Castro, en el poder provisionalmente por la enfermedad de su hermano dictador,
se encargaba de su campaña electoral. Raúl gozaba de muy poca simpatía, pues no
sólo se le atribuían los fusilamientos cometidos a
inicios de la Revolución, sino que fue además quién impulsó el nacimiento de
las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), a donde fueron llevados
entonces disidentes, religiosos y homosexuales. Su campaña sería una campaña
fácil; primero, en Cuba están prohibidos los partidos de oposición; segundo,
Fidel apoyaba su elección ocultando su evidente retiro para evitar aspiraciones;
tercero, sólo tenía que manipular a 600 diputados votantes, que es lo único que
necesita un Castro para convertirse en dictador; y por último, para sustituir a
un dictador como Fidel, de quien los cubanos
solían quejarse, entre otras cosas, por la deprimente situación económica en
que había sumido al país, por las prohibiciones de compra y venta de casas y de
automóviles, por las prohibiciones para adquirir líneas celulares o alojarse en
hoteles reservados para turistas extranjeros, y por las restricciones para
viajar al exterior, sólo tenía que anunciar que trabajaría para solucionar esos problemas económicos; y que emprendería
la eliminación paulatina de ese exceso de prohibiciones y restricciones legales.
Continúa...
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