miércoles, 12 de marzo de 2014

Hágase la Luz Sexta Parte Extraordinaria 57

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En 2009 cuando en marzo se dio a conocer la sustitución de Carlos Lage, Felipe Pérez-Roque y otra decena de dirigentes de la dictadura cubanas, se reveló hasta que punto llegó la preocupación de Fidel por su sucesión. La enfermedad de Castro venía caminando y por ello ordenó a sus servicios secretos investigar a los posibles aspirantes a la Presidencia, la generación más joven principalmente; y en ese sentido hicieron público que tanto Pérez Roque, como Carlos Lage, entre otros, habían sido investigados desde más de un año antes de su destitución. Igualmente salió a relucir que el 23 de febrero de 2008 se efectuó una reunión del Buró Político en la cual se elaboró el Guión de candidatos para ocupar los puestos principales en el Consejo de Estado y se decidió que Machado Ventura, de 78 años, ocupara el cargo de vicepresidente primero en lugar de Lage. Pero la campaña de Raúl abarcó hasta la consolidación de su poder, cuando destituyó a los hombres de Fidel y los reemplazó con sus propios cuadros –casi todos militares– en los cargos más altos del gobierno; esperando a cambio, por supuesto, la fidelidad de sus escogidos durante su dictadura y para su reelección. Mientras tanto, ese mismo año Human Rights Watch decidió llevar a cabo una misión de investigación en Cuba sin autorización oficial, ante las negaciones y obstáculos del régimen, realizando extensas entrevistas en siete de las 14 provincias de la isla, y más de 60 entrevistas telefónicas desde Nueva York con defensores de derechos humanos, periodistas, ex presos políticos, familiares de presos políticos, miembros del clero, sindicalistas y otros ciudadanos cubanos; lo que concluyó en un informe denominado "Un nuevo Castro, la misma Cuba", que demostró que Raúl había sido tan implacable como su hermano, y que continuaba apoyándose en la disposición de "peligrosidad" del Código Penal, para encarcelar incluso antes de cometer un delito, no sólo a disidentes y críticos del gobierno, sino a un amplio espectro de personas que optan por no cooperar con el estado, por no participar en actos a favor del gobierno, por no pertenecer a organizaciones del gobierno o por no tener empleo; considerándolos de conducta “antisocial”, procediendo a una “advertencia oficial” o incluso a su encarcelación. Otras leyes usadas para penalizar el ejercicio de los derechos fundamentales fueron el desacato, la insubordinación y actos considerados contra la independencia del estado. Los disidentes fueron víctimas constantes de detenciones por períodos breves con el fin de castigarlos por ejercer sus libertades fundamentales, además fueron sometidos a agresiones verbales, a hostigamientos y golpizas por parte de agentes de seguridad y grupos de civiles vinculados con el estado, en “actos públicos de repudio” frente a sus hogares, sometiendo adicionalmente a sus familiares, amigos y vecinos solidarios a humillación e incluso a ataques colectivos.
                                        Continúa...

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