Continuación...Sexta Parte Extraordinaria Entrada 77
Es muy difícil hablar de la personalidad de Pedro José
Rodríguez sin conocerlo a fondo. Cheíto, Cheo, como lo suelen llamar la inmensa
mayoría de sus amigos, compañeros y conocidos, es una persona sencilla,
modesta, afable, gentil, y compartidora; aunque poco propenso a las
entrevistas. Sin embargo, jamás lo vi rechazar una conversación con
aficionados, fanáticos y cuantas personas curiosas se le dirigían. Cheo, temido
en mayor o menor medida, según la situación del juego, por managers y pitchers
contrarios, jamás discutió con pelotero alguno, o increpó una decisión
arbitral, sin importar de qué lado pudiera estar la razón. Y a pesar de que era
víctima constante de pelotazos, nunca perdió su compostura y siempre se
concentró en su función de cuarto bate indiscutible: dar un jonrón, empujar
carrera, embasarse o ayudar a su equipo a la victoria. La inmensa mayoría de
sus compañeros, de sus fanáticos, de los aficionados al baseball, de la presa
especializada y del pueblo cubano en general condenan la forma vil, poco ética,
insensata, injusta e inmerecida en que el régimen de Castro pagó a este
excepcional pelotero, las glorias que dio a su pueblo y las diversas ofertas
millonarias que rechazó, por amor a su familia y a su terruño; por el simple
hecho de haber aceptado valientemente como suyos, 92 dólares de los encontrados
en las pertenencias de su compañero de equipo, el receptor Alberto Martínez,
luego de haber sido registradas ilegal y engañosamente, por agentes de la
Seguridad del Estado Cubano, momentos antes de partir hacia una competencia en
EUA. Su único delito fue "Tenencia de prohibición de expresarse libremente
y sin represalias" sobre la realidad irrefutable de que 30 míseros dólares
no es un estipendio justo, honesto, ni suficiente, para Atletas de alto
rendimiento que dan todo por la victoria y la imagen del deporte cubano;
mientras rechazan ofertas millonarias de scouts internacionales. Alberto
Martínez y Pedro José Rodríguez cometieron el error de adelantarse 39 años en
la historia de bandazos socio-políticos de los Castros. Su vergüenza, su
modestia, su dignidad y más que todo la falta de libertades y derechos en la
dictadura cubana les impidió protestar, impugnar o sencillamente emigrar. Hoy
Pedro José y su esposa Milagros comparten una modesta vivienda en el Barrio de
Tulipán, en Cienfuegos, con su hijo Pedro José, su esposa y dos hijos, y un
pequeño auto FIAT deteriorado, donde ni siquiera cabe su familia. Espero que la
reivindicación de ésta y otras glorias del deporte cubano también formen parte de los bandazos del régimen. Entretanto, otros más
osados y desprendidos demostraron que había otro camino a seguir si esa
injusticia no cambiaba: el exilio. Este tema continúa...
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