Cuando yo matriculé en la Escuela Secundaria Básica en 1966, ya era
obligado cumplir 45 días al año, en un internamiento llamada Escuela al Campo; cuyo
único fin era que los alumnos trabajaran y pagaran en actividades agrícolas, su
Educación Gratuita. Los alumnos que no cumplían con este requisito no podían
continuar sus estudios, a menos que lo pudieran justificar convincentemente. Y
mientras tanto, nuestros padres debían realizar trabajos voluntarios domingo
tras domingo, pertenecer a los C.D.R., cotizar, hacer guardias nocturnas,
participar en todo tipo de actividad de apoyo al régimen que convocaran, o
también podían influir negativamente en nuestra selección de becas.
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