La Ilegitimidad de Raúl Castro. Undécima Parte
Ya desde finales de 1988, Juan
Reinaldo Sánchez, ex
Gualda espalda de Fidel, había descubierto que su jefe no sólo estaba metido en el tráfico de
cocaína, sino que hasta dirigía las operaciones ilegales como todo un verdadero
padrino de la mafia. Resultó que una ocasión había escuchado accidentalmente una
conversación entre el general José Abrantes y Fidel, acerca de un lanchero
cubano que desde Estados Unidos hacía negocios con el régimen; y a quien Fidel,
a través de Abrantes, autorizó para pasar una semana de vacaciones en Santa
María del Mar en compañía de sus padres en Cuba, por setenta y cinco mil
dólares; con la coartada de hacerles creer a los padres del lanchero que su
hijo era un agente de información cubano infiltrado en Estados Unidos, y que su
vida correría un grave peligro si no guardaban el
secreto de su visita a Cuba. Luego, durante el juicio de la Causa No 1, el ex
Gualda espalda sufre otra amarga experiencia, que narra en su libro "La
vida oculta de Fidel Castro" según cito: "En un momento dado, la acusación
se centró específicamente en la cuestión de un hangar situado en el aeropuerto
de Varadero, donde estaba almacenada la droga en ruta hacia Estados Unidos
junto con otras mercancías de contrabando. De inmediato se me encendió una luz.
Recordé haber acompañado a Fidel, Abrantes, Tony de la Guardia y otros funcionarios
del Departamento MC a ese hangar dos años atrás. Tras salir del palacio en un
convoy de tres vehículos, habíamos llegado, al cabo de una hora larga de
trayecto, ante ese edificio, que se encuentra en el lado derecho de la carretera
panamericana. Ese día yo me había quedado en el exterior del edificio,
mientras Abrantes y Tony de la Guardia enseñaban a Fidel un supuesto depósito
de botellas de ron y puros destinados a la exportación. Después, apenas transcurrido
un cuarto de hora desde nuestra llegada, habíamos vuelto sobre nuestros pasos
hacia el palacio presidencial. En aquel instante del proceso, me di cuenta de
que dos años atrás Fidel no había ido a ver un depósito de ron y puros —¿cómo,
en efecto, un jefe de Estado podría perder tres horas en ir a ver algo tan
trivial y carente de interés?—, sino una provisión de polvo blanco que esperaba
para ser enviado a Florida. Porque, como de costumbre, el Comandante en Jefe,
desconfiado respecto de sus subordinados y prudente hasta el extremo, quería comprobarlo
todo con sus propios ojos, hasta los menores detalles, con el fin de asegurarse
de que se habían tomado las mejores disposiciones para disimular la mercancía
de contrabando." ¿Puede alguien albergar alguna duda sobre la ilegitimidad
de los castros?
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