jueves, 12 de marzo de 2015

La Ilegitimidad de Raúl Castro. Undécima Parte

Ya desde finales de 1988, Juan Reinaldo Sánchez, ex Gualda espalda de Fidel, había descubierto que su jefe no sólo estaba metido en el tráfico de cocaína, sino que hasta dirigía las operaciones ilegales como todo un verdadero padrino de la mafia. Resultó que una ocasión había escuchado accidentalmente una conversación entre el general José Abrantes y Fidel, acerca de un lanchero cubano que desde Estados Unidos hacía negocios con el régimen; y a quien Fidel, a través de Abrantes, autorizó para pasar una semana de vacaciones en Santa María del Mar en compañía de sus padres en Cuba, por setenta y cinco mil dólares; con la coartada de hacerles creer a los padres del lanchero que su hijo era un agente de información cubano infiltrado en Estados Unidos, y que su vida correría un grave peligro si no guardaban el secreto de su visita a Cuba. Luego, durante el juicio de la Causa No 1, el ex Gualda espalda sufre otra amarga experiencia, que narra en su libro "La vida oculta de Fidel Castro" según cito: "En un momento dado, la acusación se centró específi­camente en la cuestión de un hangar situado en el aero­puerto de Varadero, donde estaba almacenada la droga en ruta hacia Estados Unidos junto con otras mercancías de contrabando. De inmediato se me encendió una luz. Recordé haber acompañado a Fidel, Abrantes, Tony de la Guardia y otros funcionarios del Departamento MC a ese hangar dos años atrás. Tras salir del palacio en un convoy de tres vehículos, habíamos llegado, al cabo de una hora larga de trayecto, ante ese edificio, que se encuentra en el lado derecho de la carre­tera panamericana. Ese día yo me había quedado en el ex­terior del edificio, mientras Abrantes y Tony de la Guardia enseñaban a Fidel un supuesto depósito de botellas de ron y puros destinados a la exportación. Después, apenas trans­currido un cuarto de hora desde nuestra llegada, habíamos vuelto sobre nuestros pasos hacia el palacio presidencial. En aquel instante del proceso, me di cuenta de que dos años atrás Fidel no había ido a ver un depósito de ron y puros —¿cómo, en efecto, un jefe de Estado podría perder tres horas en ir a ver algo tan trivial y carente de interés?—, sino una provisión de polvo blanco que esperaba para ser enviado a Florida. Porque, como de costumbre, el Coman­dante en Jefe, desconfiado respecto de sus subordinados y prudente hasta el extremo, quería comprobarlo todo con sus propios ojos, hasta los menores detalles, con el fin de asegurarse de que se habían tomado las mejores disposicio­nes para disimular la mercancía de contrabando." ¿Puede alguien albergar alguna duda sobre la ilegitimidad de los castros?