viernes, 13 de marzo de 2015

La Ilegitimidad de Raúl Castro. Duodécima Parte.

¿Cómo lograron los Castros sacrificar a los cuatro condenados a muerte, probados valientes combatientes en varias peligrosas contiendas militares, sin que éstos, deshonrados y humillados por sus implicados jefes, trataran de revelar la verdad al mundo? Esa fue la parte más cobarde, cínica y cruel del espectáculo montado y su veredicto. Coincido totalmente con lo narrado por el ex gualda espaldas, Juan Reinaldo Sánchez, quien en su libro "La vida oculta de Fidel Castro" lo describe así: "... es evidente que los acusados recibieron el mensaje de que «teniendo en cuenta los servicios pres­tados en el pasado, la Revolución se mostraría agradecida con ellos: ella no abandonaba a sus hijos, y aunque el tri­bunal solicitara la pena máxima, mostraría buena voluntad en relación con ellos y sus familias»... Lo cual equivalía a prometer a aquellos hombres que no serían ejecutados sino indultados. Al menos, si admitían sus errores y afirmaban que merecían la pena capital." Lógicamente, sin ninguna otra alternativa plausible, los purgados representaron su rol al pie de la letra y ya podíamos saber de ante mano cómo culminaría el maquinado engaño de los Castros y su tribunal de marionetas. En la madrugada del 13 de julio de 1989, los cuatro condenados a muerte fueron fusilados; mientras que el otro cabo suelto, José Abrantes, fue sentenciado a veinte años de prisión, para morir sos­pechosamente en su segundo año de condena, de un paro cardíaco, a pesar de su excelente estado físico. Fin.